jueves, 21 de julio de 2011

La mejor medida de Seguridad Vial es educar a los ciudadanos desde la infancia.




Cuando llevo a mi hijo a la escuela por la mañana y llegamos a las puertas del colegio siempre veo el mismo escenario: aglomeración de coches, aceras invadidas por vehículos que están aparcados con la excusa “es sólo un momento”, estrés para cruzar los pasos de cebra. No puedo remediar comparar esta situación con los recuerdos de mi infancia, cuando no había estas aglomeraciones de coches en la puerta del colegio.

Hoy la vía pública es un espacio peligroso para nuestros hijos. Todavía recuerdo cuando le decía a mi madre “que me voy a jugar a la calle”.  En una ciudad pequeña era la cosa más normal del mundo. Actualmente las calles de las ciudades, sean grandes o pequeñas, las percibimos como un espacio en el que desconfiamos de todo lo que circula por él. Llevamos a nuestros hijos protegidos del tráfico en nuestros coches, pero de esta manera lo incrementamos. Es lamentable ver cómo contribuimos a mantener y aumentar ese círculo vicioso.

Hay una idea triste y tozuda que me ronda por la cabeza: a los niños les hemos comprado su seguridad, pero el precio lo pagan con una parte de su libertad de movimiento.

El comportamiento de los individuos con la movilidad debe afrontarse desde las primeras etapas de la formación escolar. Hoy es imprescindible dar a nuestros hijos pautas de comportamiento que vigilen su integridad física en las vías públicas de nuestros pueblos y ciudades. Cuanto antes incidamos en estos temas, antes podremos confiarles la responsabilidad que supone moverse en libertad por las calles.

El uso correcto de la vía pública es una faceta esencial en la función de un ciudadano. Ya en el primer código de circulación que se aprobó en España,  allá por el año 1934, se  indicaba la obligatoriedad de impartir en la escuela enseñanzas sobre normas de circulación. Varias décadas después todavía confundimos -la aptitud- o formación  en el conocimiento de las señales de circulación y sus normas de seguridad vial, con -la actitud- o educación  ciudadana en los espacios públicos. La educación vial no es sólo aprender los significados de determinados símbolos o señales, fundamentalmente es aprender a valorar unas pautas de comportamiento comunes y unas normas de convivencia que nos permiten desplazarnos de forma segura. Creo que lo que debemos hacer con nuestros hijos es preocuparnos por enseñarles a adquirir una autonomía personal, la cual les permitirá construir un conocimiento del medio físico y social más próximo, sobre el que podrán desarrollar unos sentimientos de pertenencia y respeto que les acompañarán toda su vida.

El grupo de menores con edades comprendidas entre 5 y 16 años tiene un alto riesgo en accidentabilidad peatonal que posteriormente se incrementará con la conducción de bicis y motocicletas. Los jóvenes tienen una mayor tendencia al riesgo, pues son menos prudentes. Con demasiada frecuencia nuestra sociedad les presenta estereotipos  con  conductas sociales agresivas que ellos suelen reproducir, y en consecuencia incrementan su accidentabilidad. Educarlos en el correcto uso de los espacios públicos, sobre todo donde existe tráfico, es una de las mejores garantías para su integridad física y su futuro. La educación es una función básica de la sociedad, sus principales formadores son: la familia; la escuela; los vecinos; a otro nivel, aunque no menos importante, se encontrarían las administraciones públicas y los medios de comunicación.

La pedagogía española cuando aborda el tema de la educación y la seguridad vial siempre le ha dado un enfoque globalizador y transversal utilizando las asignaturas tradicionales, pero la educación vial tiene la suficiente relevancia (recogida en diferentes decretos y leyes) como para tener una mayor visibilidad en el diseño curricular de los centros de enseñanza. La asignatura Educación para la Ciudadanía se nos presenta como una ocasión excelente para primar estos valores y normas de convivencia en los alumnos y noveles ciudadanos de nuestra sociedad.

Para más información:
Código de circulación rcl 1934
RD 829/2003 sobre las enseñanzas comunes de la educación infantil 
RD 830/2003 sobre las enseñanzas comunes de la educación primaria
Ley Orgánica de Calidad de la Educación 
Ley Orgánica de la Educación 
Educación vial infantil











miércoles, 6 de julio de 2011

Movilidad digital y movilidad analógica


Contaré una breve historia sobre las implicaciones que el entorno virtual tiene en nuestro mundo. Veamos cómo sale.

Aníbal es un padre de familia que trabaja como consultor de sistemas de información (para los profanos diremos que se dedica a la informática) en una multinacional europea. Reside en una pequeña ciudad donde encontró el piso que podía permitirse con su salario. Cada día debe desplazarse durante una hora para llegar a la sucursal de la multinacional en la metrópoli.

Hoy su colaborador-jefe le ha informado de las nuevas líneas estratégicas aprobadas por el comité ejecutivo en el plan anual de la compañía. De todas ellas la que más le afectará es la LE 6: potenciación de la movilidad en los empleados. Muy pronto Aníbal recibirá un potente smartphone, un ordenador portátil inalámbrico y unos códigos de acceso de seguridad a las infraestructuras virtuales de la empresa para comunicarse en cualquier parte del mundo. ¿Y por qué no? También tendrá la libertad de trabajar desde su casa, flexibilizando el horario y evitando los temibles atascos matutinos o los exasperantes colapsos vespertinos de tráfico que diariamente sufren quienes viven en la diáspora de la gran ciudad. A nuestro protagonista se le dilatan las pupilas cuando le explica que podrá conectarse a las terminales de los ordenadores de sus clientes y operar como si se encontrara físicamente allí, sin la necesidad de desplazarse. Cuantas horas y dinero se ahorrarán con estas nuevas tecnologías.

Más tarde, en la cafetería de la oficina, Aníbal encuentra a Joaquín, colaborador-account manager (entre nosotros: un comercial) y le comenta la LE 6 que muy pronto les van a aplicar, las ventajas que disfrutarán y el ahorro que obtendrá la compañía con estas medidas. Joaquín le mira condescendiente, le pone una mano en el hombro y le explica que ellos ya hace dos años que utilizan esas tecnologías. Le dice lo siguiente:

“Aníbal, lo que te han contado es cierto, pero no te lo han dicho todo… -el comercial le mira a los ojos y continúa-. Vas a trabajar en casa, pero estarás más horas. Será más difícil desconectar del trabajo y dedicarte a tu vida privada. No te engañes, seguirás viajando, porque el cliente no sólo querrá ver aquello por lo que paga, sino también querrá tener un contacto con quien le hace el trabajo, algo que no se consigue por teléfono ni por e-mail. Todo esto lo que realmente significa es que te has quedado sin un puesto en la oficina. Crearán “las mesas compartidas” que los consultores las utilizareis esporádicamente cada vez que tengáis que acercaros a la sede de la compañía. La empresa no conseguirá el ahorro porque vayáis a viajar menos, pues seguramente será al revés y lo haréis con mayor frecuencia y más lejos; lo obtendrá por la reducción en metros cuadrados del alquiler de despachos y de delegaciones territoriales. Tu oficina a partir de ahora será tu coche o las salas de espera de los aeropuertos. ¡Ah! Y mucho cuidado con estas tecnologías al volante, porque gastan pocas bromas. La manipulación de un GPS o hablar por el móvil mientras conduces, en el mejor de los percances, te costarán una multa que rascará eficazmente tu bolsillo, si no se convierten en algo peor.”

Es interesante observar cómo unas tecnologías que se aprovechan de nuestro espíritu juguetón y en ocasiones nos son tan útiles, también tienen unos efectos secundarios muy importantes en nuestras vidas: las podemos llevar encima siendo parte de nuestros enseres personales, son herramientas que utilizamos para entablar contacto con personas lejanas mediante su tecnología o con personas próximas alardeando de su diseño, nos han convertido en hooligans de lo pequeño y portable, nos ofrecen confianza al sentirnos conectados a nuestro grupo, con ellas accedemos a información que nos tranquiliza o nos ayuda a tomar decisiones, nos monitorizan, hasta pueden resultar adictivas; pero sobre todo nos deslocalizan -aún estando siempre localizables- porque nunca hemos sido más “homo mobilis” que ahora.

Para más información ver: crisis-de-reputacion_online-nuevos-escenarios-nuevos-retos/ 

Para más información ver: la-revolucion-movil-y-el-futuro-de-la-web/ 




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