Movilidad sostenible, Alemania |
Las personas mayores que circulan hoy por las calles y carreteras tienen unas características de movilidad inferiores a jóvenes y adultos. En muchos casos desconocen las normas de circulación porque nunca recibieron una adecuada formación vial, pueden distraerse en su mundo subjetivo o reducir su percepción de lo que les rodea, como consecuencia de los efectos secundarios producidos por los medicamentos que necesitan tomar.
Nuestro sentido de la vista nos proporciona el 85% de la información que necesitamos para tomar decisiones mientras caminamos o conducimos, pues bien, ésta comienza a deteriorarse a partir de los 40 años. Una persona de 60 años necesita 10 veces más luz que un joven de 20 años para ver bien. Con la edad disminuye la capacidad de enfocar y por tanto empeora la profundidad de campo, los ojos pierden elasticidad y se hacen más sensibles a los deslumbramientos. Los ancianos, como los niños, tienen una menor visión periférica y deben girar la cabeza para tener un mayor campo visual, por cierto, bastante costoso en las personas que tienen artritis y molestias musculares; el sentido del oído también se suele perder con la edad. Los ancianos al cruzar las calles se desplazan más lentamente, pensemos que una persona con bastón cruza un paso de cebra más lentamente que otra en silla de ruedas.
El estudio del RACC señala los principales problemas que perciben nuestros mayores cuando se mueven como peatones: subir y bajar aceras, cruzar calles, superar obstáculos -por obras o por la disposición del mobiliario urbano- e identificar vehículos, señales de circulación o personas. Como usuarios del transporte público declaran problemas de accesibilidad a las estaciones y a los vehículos, acceder a los asientos, pagar, orientarse o comprender las indicaciones. Y como conductores su principal problema es el progresivo deterioro de sus capacidades sensoriales, lo que les induce a cambiar sus pautas de comportamiento cuando circulan con vehículos: realizando una conducción menos agresiva, evitando los desplazamientos en horas punta y los itinerarios nocturnos o con meteorología adversa. Ellos prefieren los recorridos cortos y las carreteras tranquilas sin demasiado tráfico, en las que se pueda circular lentamente. Otro problema que tienen algunas pesonas mayores es la aceptación del nuevo modelo de movilidad que deben asumir cuando dejan de conducir el automóvil, porque a nadie le gusta perder esa autonomía.
Los accidentes que provocan los conductores mayores porcentualmente son superiores a otros segmentos de la población, sin embargo, acostumbran a ser leves ya que suelen producirse a menor velocidad; pero como peatones suelen tener una tasa de infracciones importante, similar a la tasa que se observa en la población de 5 a 14 años. Las personas mayores suelen ser los peatones que más sufren las consecuencias por traumatismos producidos con los accidentes de tráfico. En España entre los años 2004 y 2008 la mitad de los peatones fallecidos en entornos urbanos fueron mayores de 65 años y la accidentabilidad en este grupo se concentró en el segmento que superaba los 74 años.
A mediados del siglo XXI aproximadamente una de cada tres personas será considerada mayor. El diseño de la movilidad hay que prepararlo para esa nueva circunstancia. Tenemos que responder a las necesidades de sus desplazamientos cotidianos, a sus limitaciones funcionales y a su propia seguridad vial. Garantizar la movilidad segura en las personas mayores no es sólo una inversión en su calidad de vida, también es una inversión estratégica para ahorrar en los costes sanitarios provocados por la movilidad que genera el automóvil.
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Algo hay que cambiar, y si no es la administración pública quien tire del carro, debería ser la sociedad. En mi ciudad, de 60 mil habitantes (Mollet del Vallès) hay dos jóvenes de 75 años que se mueven por la ciudad en triciclo. A veces se acompañan de su caniche, que graciosamente se sienta en el cesto de atrás; cesto que también les sirve de necesario maletero para ir de aquí para allá, de compras, al médico o a pasear. Es curioso, cuando pasean por el centro de la ciudad sus paisanos (jubilados sobre todo) los miran sonriendo, como si estuvieran haciendo una gran hazaña. Y sí que la hacen: movilidad sostenible, salud, ahorro en coste de transporte urbano o privado, calidad de vida. Sospecho que las sonrisas que provocan en los demás, al verlos pasar, son también de sorpresa. Me pregunto porqué no los imitan más. Quizá no se atreven, posibles caídas, miedo al ridículo,.. No me cabe duda de que en este país falta una gran campaña de información y formación en el mejor transporte privado y sostenible que existe: la bicicleta y sus derivados. Otro gallo cantaría!
ResponderEliminar¡Bravo! Por los dos jovenes de Mollet de los que nos hablas. El triciclo es una buena opción para las personas mayores. En los territorios con fuertes pendientes una ayuda del motor eléctrico tampoco les va nada mal. En el centro de Europa es muy habitual ver a ancianos desplazarse en bicicleta, incluso en días desapacibles, pero allí la educación vial y el respeto por la comunidad están más desarrollados, además disponen de unas infraestructuras que segregan con bastante frecuencia el tráfico motorizado del que no lo es.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios.
es una artículo muy interesante.
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