Sorprende la superioridad moral que cada persona tiene al evaluar el comportamiento en carretera, sobre todo si es el de los demás. Suele ser una evaluación que realiza sin citar normas de tráfico o informes contrastados, lo hace amparándose en su personal opinión de lo que es o no es correcto (T. Vanderbilt). Parece que el simple hecho de haber obtenido el permiso administrativo para conducir un vehículo a motor por la vía pública nos da la potestad de opinar con propiedad de todo aquello que haga referencia al tráfico y la seguridad vial. Las opiniones personales que tenemos sobre estos temas si no son aceptadas... cómo nos indignamos porque pensamos que se cuestiona nuestra autoridad.
El tráfico o el fútbol generan similares fenómenos, todo el mundo sabe y se siente capacitado para dar su opinión. Este país está lleno de fantásticos entrenadores amateurs y expertos conductores que hacen callar a cualquiera. Al hablar del tráfico muchas personas repiten lo que han oído y les parece razonable, sin embargo cuanto más profundizas en el conocimiento de este fenómeno, menos sentido ves a lo que parecía evidente y más razones encuentras para ser prudente. A veces incomoda la ingenuidad y el desahogo con el que algunas personas dan su opinión, como si de un axioma se tratara, amparándose en el recuerdo de algo que escucharon o simplemente de su propia experiencia personal. Además en este país hay que tener un gran cuidado con la "sabiduría popular" sobre estos temas expedida en las barras de los bares, que puede competir sin ningún complejo con la ofrecida por cualquier cátedra universitaria.
El tráfico es un sistema complejo con una amplia casuística donde además el factor humano lo complica todo. El tráfico es un sistema donde se relacionan a diferentes velocidades múltiples personas con una interpretación cada una de ellas muy personal del código de circulación e interactuando unas con otras por estrechas infraestructuras. Cuando circulamos por estas vías estamos aislados en unos cubículos móviles, somos anónimos y nos debemos someter a un lenguaje estándar simplificado; lo cual nos obliga a crear unos modelos mentales con estereotipos que nos ayuden a interpretar la realidad y nos guien a través de un entorno que somos incapaces de dominar completamente, aunque circulamos convencidos de lo contrario.
La mayoría de los conductores consideramos que estamos por encima de la media. Esto explica nuestra disposición a criticar a los demás conductores en la carretera y a considerar que el comportamiento que hay que controlar siempre es el de los otros, no el nuestro. Con qué poco reparo nos olvidamos de nuestro historial al volante, el cual juzga nuestra calidad como conductores objetivamente, utilizando una métrica precisa (multas de tráfico, incidentes en la carretera, accidentes de tráfico, reparaciones en el vehículo…) sabedores que esa información nuestros interlocutores no podrán contrastarla con facilidad cuando expresamos nuestros juicios de valor.
Hace unas semanas pasé una encuesta en este blog y os preguntaba si recordabais cuándo había sido vuestro último incidente en la carretera. (Los resultados los podéis ver aquí). Pues bien, un 80% de los incidentes que tenemos durante un viaje los olvidamos a las dos semanas (T. Vanderbilt, Traffic).
Nos cuesta reconocerlo, pero nos encanta la velocidad. Consideramos que todo lo que nos aporta la velocidad compensa el incremento del riesgo al que voluntariament nos sometemos. Normalmente sentados frente a un volante nos autoevaluamos por encima de la media, menospreciamos con mayor facilidad las probabilidades de tener un accidente que cuando circulamos como simples pasajeros (sólo hay que recordar las veces que algunos hemos simulado pisar el freno cuando viajamos en un coche como copilotos), porque en el fondo detestamos no tener el control de nuestro desplazamiento. La sensación de control, de fuerza y de libertad que nos produce conducir un automóvil o una motocicleta reduce significativamente nuestra sensación de riesgo. Muchas personas no son conscientes de eso y están despreciando una de las reglas fundamentales de la prevención y la seguridad vial: poder percibir correctamente el riesgo al que nos sometemos.
Nos autoengañamos. No es posible, todos no podemos ser excelentes conductores y estar por encima de la media. ¿A quién crees que afecta más esta faceta de nuestro comportamiento en la conducción: a los hombres o a las mujeres?
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¡Hola José!
ResponderEliminarMe parece muy bien el artículo que has escrito, pues ciertamente es la verdad de lo que cuentas, si que cuentas que todo lo que en nuestras manos cae un volante y nos cae tanto una multa o un accidente lo olvidamos.
Muy buen trabajo sigue asi te lo has currado,
Un saludo. Higinio