Elaboración propia a partir del temario ESTT-OEP 2005, tema 60 de J.J Martín García, DGT |
Conducir no comporta grandes esfuerzos físicos, pero necesita que nos concentremos en la audición, la visión, la coordinación y la interpretación, por tanto hemos de poner nuestra máxima capacidad de atención y concentración mientras estamos conduciendo. La concentración nos permite filtrar la información percibida a través de nuestros sentidos y procesarla para quedarnos con la que sea más significativa para la conducción. Sin embargo los seres humanos no estamos muy bien diseñados para mantener la atención y la concentración durante un largo periodo de tiempo. La distracción o una incorrecta interpretación de lo que percibimos son nuestros principales enemigos en la carretera.
Elaboración propia a partir del temario ESTT-OEP 2005, tema 60 de J.J Martín García, DGT |
En la infografía anterior vemos que las exigencias del tráfico se compensan con nuestras capacidades para que el sistema se mantenga estable, pero cuando las exigencias del viaje no son contrarrestadas por nuestras capacidades se incrementa notablemente el riesgo de accidente.
La tecnología nos sirve de interfase entre las exigencias y las capacidades, reduciendo las decisiones que el conductor tiene que tomar cuando son necesarias la rapidez o la precisión en la respuesta. Cada vez más los fabricantes de automóviles introducen nuevas tecnología que incrementan la seguridad activa. Ejemplos de ello serían:
- Lane Keeping System (avisador de cambio de carril)
- Blis (detector de ángulos muertos)
- Reconocimiento de señales de tráfico
- Sistema de frenado automático
- Sistemas car2car
- Sistema ABS y ESP
- Sistema TPMS (control presión inflado de ruedas).
El siguiente gráfico muestra un ejemplo de las diversas fluctuaciones que tenemos mientras circulamos por un itinerario, desde que ponemos en marcha el vehículo hasta que llegamos a destino. Imaginemos que estamos conduciendo un coche y tenemos ganas de fumarnos un cigarrillo, ya hemos cogido unos hábitos para encenderlo y fumar mientras conducimos, pero un gesto de nuestra mano toca la punta del cigarrillo y nos cae encima un poco de ceniza todavía encendida que nos despista. Esos breves segundos de desconcierto nos hacen perder el control del vehículo que nos lleva a una situación de peligro. Pero recuperamos el control y continuamos el viaje. Posteriormente el tiempo empeora y se desata una fuerte tormenta, la visibilidad disminuye ostensiblemente e intuimos que podemos sufrir aquaplanning y aún así mantenemos la velocidad, de esta manera volvemos a incrementar notablemente la inseguridad y el riesgo de accidente. Pasa la tormenta y aunque conducimos a la misma velocidad notamos que la conducción ahora es más segura y que el sistema se estabiliza. Sin embargo, al recorrer un tramo orientado hacia el norte las bajas temperaturas y el suelo mojado forma placas de hielo en la carretera incrementando de nuevo el peligro. Finalmente pasamos la zona de riesgo y conseguimos llegar a destino debido a que las exigencias que ha impuesto el itinerario han sido bien resueltas por nuestras capacidades físicas, psíquicas, cognitivas y... reconozcámoslo, también tuvimos nuestra ración de buena suerte.
Elaboración propia a partir del temario ESTT-OEP 2005, tema 60 de J.J Martín García, DGT |
El sistema de circulación viaria, como acabamos de ver, puede fluctuar muy rápidamente de una situación controlada a otra de máximo peligro, pudiendo llegar al accidente. El exceso de confianza, la facilidad para la distracción, las interpretaciones incorrectas o las velocidades inadecuadas son nuestros principales problemas.
Para terminar me gustaría hacer referencia a un aspecto muy vinculado al factor humano. Todos, en mayor o menor medida, nos aprovechamos de la velocidad, pero no pensamos en lo frágiles que son nuestros cuerpos frente a sus consecuencias. Nuestra falta de adaptación a la misma queda de manifiesto en la dificultad que tenemos para saber a qué velocidad circulamos si no tenemos a la vista un velocímetro, sobre todo cuando son elevadas. Nuestros cuerpos no están diseñados para las velocidades a las que nos desplazamos con la movilidad motorizada. Nuestros sentidos, nuestras emociones, nuestros cerebros han evolucionado biológicamente para movernos a menor velocidad, y sin embargo, hemos sido capaces de multiplicarla y a la vez protegernos de ella con la ayuda de la tecnología y del entrenamiento.
No nos olvidemos del factor humano mientras conducimos.
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