La bicicleta pública ha sido una importante aportación a la ecomovilidad. Bicing en Barcelona |
El transporte de personas y mercancías siempre ha tenido una estrecha vinculación con el tiempo. Una de las bases conceptuales de la economía del transporte constantemente ha sido la relación tiempo-distancia. “Time is money”. El tiempo se ha considerado un coste a reducir para ganar eficiencia económica y eficacia organizativa, sin embargo, actualmente ya se comienza a perfilar otra percepción del tiempo como valor consumible en si mismo mientras viajamos. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) estarían modulando esta nueva visión del tiempo de transporte, especialmente al referirnos al desplazamiento de las personas.
Otro de los conceptos vinculados con el transporte, que durante el siglo pasado se consolidó con el automóvil, fue la libertad individual de movimiento que actualmente sigue siendo muy valorado. Pero todo evoluciona… hasta los valores que consideramos intocables. Podemos recordar al filósofo alemán Arthur Schopenhauer que nos decía: “El cambio es lo único inmutable.” Y si bien hoy el valor de la libertad individual para moverse sigue vigente entre nosotros, también es cierto que se ha convertido en un valor más complejo de realizar al asociarlo a otra sensibilidad que emerge en nuestra sociedad, la responsabilidad colectiva. Desde diferentes puntos de vista la responsabilidad colectiva está adquiriendo un mayor peso en nuestra escala de valores, y los motivos los encontramos al adquirir el conocimiento de nuestra incidencia en los ecosistemas. En el sector del tráfico sabemos que cuando todo el mundo hace lo mejor para sí mismo no está haciendo lo más óptimo para el conjunto del sistema, y puede incluso congestionarlo hasta alcanzar el colapso. Las sociedades más avanzadas adquieren nuevos valores vinculados a la movilidad; eso no significa que renunciemos a los valores tradicionales que ya tenemos asumidos como la comodidad, la rapidez, el placer, la fiabilidad… sino que asumimos nuevos valores como la precaución, la seguridad, el civismo o la sostenibilidad. Reconocidos investigadores como Ulrich Beck: La sociedad del riego(1992) o George Amar: Homo mobilis(2011) explican el avance de estos nuevos valores.
Ahora cualquier organización debe preocuparse por la imagen y coherencia del mensaje que ofrece a su mercado de proveedores y clientes mediante una política de responsabilidad social empresarial (RSE), quien no lo haga se expone a perder cuota de mercado o a ser expulsado de él. Nuestra obligación como consumidores es que así sea. No somos simples números en sus cuentas de resultados, cada vez tenemos mayor conciencia de nuestro "empoderamiento" (concepto tomado de G. Amar que se refiere al acceso a la información de los consumidores, su capacidad crítica y de influencia, el poder de decisión que tienen sobre los productores y distribuidores al elegir un producto o un servicio determinado.)
Tradicionalmente hemos asociado el civismo al respeto a las reglas creadas por los técnicos y los legisladores, pero ahora el carácter participativo de las redes sociales redefine el concepto de moderación para las normas de conducta. Procedente del mundo digital, donde la comunicación transversal entre sus usuarios es la norma, una nueva manera de organizarse ha trascendido al mundo analógico (offline) con un civismo muy vinculado a otras formas de gobernanza, articuladas en torno al diálogo y el intercambio de argumentos entre sus participantes. Frente a la anterior dicotomía de: reglas propuestas por la autoridad con transgresión o sumisión a las mismas por parte de los ciudadanos, ahora (lentamente) surge una forma de hacer basada en la escucha activa y el compromiso, donde las normas se adoptan por consenso entre todos los actores. La definición de los nuevos planes de movilidad urbana deberían plasmar estos nuevos parámetros de planificación y gestión.
La aparición de una conciencia pública ecológica se produce cuando el gran público advierte la dimensión de las consecuencias que sus pequeñas decisiones individuales tienen a escala global. El ecologismo ha llegado a nuestra sociedad para quedarse. El mercado conoce muy bien este cambio y ya tiene acuñado su concepto listo para integrarlo en el sistema: los eco-consumidores. El transporte y la movilidad no son indiferentes a esta corriente de pensamiento. La ecomovilidad incide en la búsqueda de la huella del carbono y su reequilibrio, así como en la disminución de la contaminación según sea el tipo de energía utilizada para los desplazamientos. Surgen nuevos negocios como el carpooling (coche compartido), los servicios públicos a la demanda, la promoción de la movilidad activa de las personas, la electromovilidad... que poco a poco están cambiando nuestra forma de movernos hacia unos modos de transporte más eficaces social y ambientalmente.
Las infraestructuras de transporte y movilidad ya no se miden ni se estudian exclusivamente a partir de indicadores como: los km. de vía de ferrocarril, los km. de autopista, las velocidades, el número de pasajeros, el tiempo en horas o días, las toneladas, las Teus u otras variables similares. Progresivamente aparecen parámetros que buscan medir los nuevos valores que emergen en nuestra sociedad con los que poder evaluar la naturaleza y calidad de los modos de transporte, por ejemplo a partir de la variedad de servicios y equipamientos ofrecidos, la eficacia, la seguridad, la comodidad, la atracción... vamos a medir los valores que sean capaces de generar nuevas motivaciones para usarlos, y también vamos a medir nuevos valores de sostenibilidad ambiental que harán los desplazamientos más atractivos a nuestra creciente conciencia ecológica.
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