lunes, 15 de julio de 2013

Aquellos viejos caminos

Muévete y el camino aparecerá.
(proverbio zen)


Cuando personas y animales compartían los rigores del viaje

A finales del siglo XVII en los viejos caminos de las Españas normalmente se solía viajar a pie o con caballerías. Realizar largos trayectos a pie  por aquellos caminos de polvo, barro y piedras no solía estar muy bien visto. Acostumbraban a ser mendigos y vagabundos quienes viajaban andando, y habitualmente al llegar a los parajes habitados eran mal recibidos y blanco de cualquier sospecha. Las largas peregrinaciones de carácter religioso eran una excepción, como por ejemplo el Camino de Santiago que era un itinerario de largo recorrido realizado a pie por personas de cualquier estamento social, pero con una clara finalidad religiosa. De manera que si por algún camino se veía transitar a un paisano solitario, probablemente se trataba de un recorrido de corta distancia realizado por motivos de trabajo o vecindad. Caminar por lugares desconocidos sin compañía no era muy recomendable, pues la seguridad en muchos caminos era escasa. Aquellos eran tiempos en los que la seguridad vial no estaba tan centrada en los problemas que planteaba el tráfico, como lo pueda ser hoy, sino en la integridad física de las personas ante la posibilidad de ser atacadas y robadas por desaprensivos.


La forma más común para desplazarse en aquella época era a lomos de caballerías, individualmente o bien agrupándose varios viajeros con el fin de obtener una mayor seguridad. Los arrieros fueron protagonistas del trasiego que se realizaban en aquellas redes de caminos y no eran pocos los viajeros que buscaban la protección de unas reatas de arrieros cuando debían iniciar un viaje. El término de arriero procede del verbo arrear y de la expresión de origen árabe "arre", pues según Richard Ford durante muchos años fue un oficio esencialmente ejercido por los moriscos.  A finales del siglo XVII, principios del siglo XVIII, se produjo un cambio en el transporte terrestre que circulaba por la Península Ibérica, pues los coches con ruedas -paulatinamente- sustituyeron a las caballerías en el transporte de personas o de mercancías, y en consecuencia también se produjo una transformación de los caminos, que se adaptaron a las necesidades de estos nuevos medios de transporte, ganando anchura y solidez en sus calzadas, así como adaptando las cuestas a las necesidades de las ruedas. No es que no existieran con anterioridad vehículos de tracción animal con ruedas, pero fue entonces cuando se comenzó a expandir su uso.


Aquellos transportes los podemos clasificar en dos grandes grupos, los que usaban 2 ruedas: calesas, tartanas, cabriolés, tilburis, calesines... y los que usaban 4 ruedas: berlinas, cupés, landós, volantas, diligencias, coches de colleras, góndolas, faetones, galeras, también podían encontrarse en este grupo calesas y tartanas... Los primeros pertenecían a personas acaudaladas con capacidad económica para comprarlos y utilizarlos de forma privada en ámbitos más urbanizados. Yo creo que tendrían, en su uso, una semblanza a nuestro concepto actual del automóvil, aunque mucho menos masificado que en la actualidad, pues no estaban al alcance de cualquiera, 
con un objetivo muy singular por distinguirse socialmente del resto. Por otro lado los vehículos de cuatro ruedas correspondían a la actual gama alta de automóviles de lujo privado, concretamente las volantas, featones y berlinas que usaban los más acaudalados. Sin embargo, en los vehículos más grandes, como las diligencias (que podían disponer de 24 plazas) o las galeras encontramos los primeros exponentes de transporte público por carretera en líneas más o menos regulares. Las diligencias solían circular por los caminos principales y realizar hasta 100 kilómetros diarios, aunque a mediados del siglo XIX las diligencias conseguían realizar recorridos de 200 km por jornada. Las galeras, más rústicas y de un tamaño superior, servían para transportar personas e incluso mercancías, pero acostumbraban a circular por caminos de orden secundario, eran más lentas y por tanto mucho más baratas.

Algunos de los viejos caminos transitados por las diligencias con el tiempo se convirtieron en las actuales carreteras y autovías por las que circulamos con nuestros modernos automóviles a velocidades que aquellos arrieros difícilmente pudieron llegar a imaginar.




La importancia de la trashumancia para las vías pecuarias

Tan antiguas como los caminos (incluso más) son las cañadas y veredas por dónde transitaba la ganadería. Actualmente para la trashumancia ya no se suelen utilizar, pues el ganado se introduce en grandes camiones o vagones de tren especializados en el transporte de animales.

La trashumancia fue una actividad económica esencial para el desarrollo de las vías pecuarias durante siglos. Supone trasladar en otoño los grandes rebaños de ovejas desde las montañas hacia los invernaderos de las tierras bajas donde poder pasar el invierno, y regresar en primavera a los agostaderos con pastos más frescos de las tierras altas. Estos desplazamientos estacionarios podían alargarse más de 30 días y se realizaban gracias a la extensa red de caminos ganaderos. La trashumancia se entiende cuando el itinerario utilizado por los rebaños atraviesa diversas provincias, por el contrario cuando el itinerario se produce entre provincias y comarcas colindantes o simplemente dentro del mismo municipio se denomina trasterminancia

Desde la Edad Media instituciones como la Mesta, los Ligallos y las Juntas gestionaron esas redes de cañadas, cordeles y veredas por tierras hispanas. Se convirtieron en las organizaciones ganaderas más antiguas e importantes de Europa. Nos podemos remontar al año 1273 y encontrar textos en los que el rey Alfonso X el Sabio decretó la regulación y protección de las Cañadas Reales, así como la creación del Concejo de la Mesta.

Se estima que estas organizaciones ganaderas tuvieron a su cargo más de 125.000 kilómetros de vías pecuarias y dispusieron de capacidad para resolver pleitos entre los ganaderos, algunas incluso llegaron a enfrentarse a agricultores e industriales en defensa de sus intereses. Durante muchos años Castilla exportó lana por toda Europa y sus gobernantes protegieron y otorgaron privilegios a ese negocio. Todavía sorprende comparar la extensión de aquellas vías pecuarias con la red de carreteras española actual, que en el año 2011 se aproximaba de 165.000 km, de los que el Estado gestionaba poco más 25.000 km.


Las cañadas (en Aragón se las denominan cabañeras y en Cataluña carrerades) cuando llegaban a su destino se solían dividir en caminos ganaderos de menor importancia denominados cuerdas, coladas o cordeles vinculados a las cañadas, cuya utilidad consistía en repartir los rebaños por las zonas de pasto aledañas.

El declive de las vías pecuarias se produjo fundamentalmente con la abolición de la Mesta en 1836 y la aplicación de la desamortización en 1855. Con la restauración de la democracia en el siglo XX se ha intentado recuperar esta red de cañadas, incluso existe una ley del 23 de marzo de 1995 sobre vías pecuarias en la que se establecen los criterios para recuperarlas mediante deslindes y amojonamientos. La ley también establece una clasificación de las vías: Las cañadas pueden llegar a una anchura de 75 m, los cordeles de hasta 37,5 m y las veredas alcanzar los 20 metros.

Me temo que el uso real que acaben dando nuestros gobernantes a las cañadas esté más centrado en el turismo rural que en el uso ganadero. Los intentos que hay por reactivar esta actividad agropecuaria son demasiados débiles. Veremos si con el tiempo ambos usos serán compatibles y complementarios o finalmente se impondrá una utilidad turístico-ecológica que poco tendrá que ver con sus orígenes. 




Fuentes consultadas para este artículo.
Se puede ampliar más información en:
http://www.adurcal.com/mancomunidad/guia/carreteras/historia/19.htm
http://www.caminoslibres.es/index.php?name=Sections&req=viewarticle&artid=80&page=1
http://railsiferradures.blogspot.com.es/2012/09/diligencias-galeras-omnibus-y-tartanas.html
Colectivo Cicen-Chrysaetos (1996) La Cañada Real Segoviana 

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