No es que tengamos poco tiempo sino que perdemos mucho.
(Séneca)
Recientemente, mientras navegaba por Internet, encontré un artículo que me llamó la atención; indicaba que en España los problemas derivados de los atascos de tráfico se estima que pueden llegar a alcanzar la cifra de 5.500 millones de euros anuales. Eso es mucho dinero. Y en época de recortes ¿por qué no se pasan las tijeras precisamente por esa clase de gastos? Será porque resulta más difícil colgarse la medalla del logro ante los ciudadanos que luchar contra los propios atascos. Los costes marginales no aparecen en los presupuestos de las administraciones públicas ni en los balances de las empresas, y como dice el dicho: nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, ¿será por eso que sólo renegamos de los atascos cuando quedamos atrapados en ellos?
Las retenciones de tráfico en las carreteras
Se ha teorizado mucho sobre el tráfico, sus infraestructuras y los atascos. Ya en el año 1924 el economista Frank H. Knight estableció el concepto del equilibrio de tráfico y John Glen Wardrop definió dos principios esenciales para comprender las características del tráfico: 1) cada usuario elige el camino que más le interesa y 2) el sistema óptimo se alcanza cuando el tiempo promedio de todos los vehículos es el menor, por tanto los usuarios adoptan un comportamiento cooperativo que garantiza la eficacia del sistema.
Existen modelos para simular comportamientos deseables del tráfico y para estudiar su evolución y sus consecuencias, pero el tráfico también puede tener comportamientos muy peculiares. La paradoja del matemático Dietrich Braess es un buen ejemplo: no siempre que aumentemos la capacidad de una red de carreteras la mejoraremos, porque si los conductores eligen su ruta de forma egoísta dicha mejora podría ser contraproducente. Se puede dar el caso en el que la inauguración de una nueva carretera incremente los atascos (a primera vista parece bastante contradictorio, pero podríamos encontrar ejemplos reales). Comúnmente a esta situación se la conoce como "morir de éxito". Cuando la mayoría de los conductores eligen esa nueva ruta, porque ganan tiempo, se puede provocar un efecto secundario que expande la congestión por la red, produciendo un resultado totalmente contrario al que se buscaba.
Una idea muy interesante planteada por algunos planificadores es que el tráfico por carretera se comporta como un gas, se expande y ocupa todo el espacio que está a su alcance, pero si se le quita parte del espacio, transcurrido un tiempo en el que hay más presión/congestión, se adapta con facilidad y según sean las circunstancias se contrae, es decir se autorregula. Algunos autores contemplan el fenómeno de la congestión viaria como un mecanismo que equilibra el cambio modal del automóvil hacia otros medios de transporte, especialmente los públicos.
Los diferentes tipos de vehículos pesados y ligeros que comparten las infraestructuras terrestres, así como los accidentes, las averías, algunos fenómenos meteorológicos o determinados eventos sociales forman parte de las principales causas que provocan colapsos circulatorios, especialmente en las proximidades a las grandes áreas metropolitanas.
Consecuencias que producen los atascos de tráfico
La principal consecuencia de los atascos es la pérdida de tiempo. El tiempo está limitado por periodos bien definidos entre acontecimientos sujetos a cambios. Para nosotros, simples observadores, estamos ante un recurso finito y por lo tanto muy valorado. El tiempo de desplazamiento que necesitamos se multiplica cuando se produce un embotellamiento, se consume parte del tiempo que hubiéramos dedicado a realizar unas acciones más productivas económica y socialmente o en actividades de índole más lúdicas o familiares. Si bien éste no es su único efecto, pues a esta pérdida de tiempo también tenemos que añadir el retraso que puede tener para sus afectados, resultando un coste de oportunidad y de imagen ante citas importantes.
Como ya se ha comentado anteriormente las congestiones de tráfico pueden ser puntuales o recurrentes en tiempo y espacio. Si son recurrentes producen un efecto adicional, pues impiden una precisa planificación del tiempo que necesitan los desplazamientos, y en consecuencia se planifican mayores intervalos de tiempo en previsión de posibles incidencias.
Los atascos circulatorios generalmente producen sentimientos de frustración en las personas que se encuentran inmersas en estas situaciones. En los conductores, según sea su personalidad, la frustración puede desembocar en estrés y modificar sus pautas de conducción, pudiendo llegar a ocasionar accidentes de tráfico, aunque al producirse a bajas velocidades suelen ser de escasa transcendencia, aunque precisando mejor, al final de la cola los accidentes pueden llegar a ser más graves.
Materiales
Los embotellamientos provocan constantes acciones de ralentización, aceleración y frenado en los vehículos, lo cual se traduce en un mayor desgaste de las piezas de los vehículos (los pedales, el cambio de marchas...) y un incremento en los gastos de mantenimiento. También se produce un mayor consumo de combustible y más contaminación atmosférica y acústica, con serias repercusiones en la salud de los residentes próximos a estas infraestructuras viarias.
Otro efecto del colapso o congestión en las carreteras repercute sobre las emergencias (ambulancias, bomberos y policía) que no pueden utilizar dichas vías de manera óptima. La consecuencia es la utilización de otros medios de transporte como los helicópteros que encarecen notablemente su actuación. Estas situaciones en el tráfico también obligan a las autoridades a actuar con el fin de resolver las incidencias que provocan los embotellamientos y mitigar sus consecuencias, por ejemplo liberar de la calzada los restos de un accidente o desviar el tráfico rodado por carreteras y calles secundarias, que en algunos casos amplía el ámbito de la congestión empleando a más funcionarios públicos con los consiguientes costes económicos.
Los costes que producen los atascos de tráfico
Las congestiones de tráfico en las redes viarias europeas son cada vez una realidad más cotidiana. Podemos tomar como ejemplo el parque de automóviles español que se ha multiplicado en las últimas décadas, y aunque las infraestructuras también han crecido se siguen colapsando en múltiples ocasiones.El Libro Blanco del Transporte, presentado por la Comisión Europea en el año 2001, ya detectaba que un serio problema para el desarrollo económico de la Unión era la existencia de “cuellos de botella” o estrangulamientos de la red de transportes terrestres. Se estimó que un 10% de la red de carreteras tenía frecuentes atascos de tráfico (alrededor de 7.500 km). Los pasos pirenaicos por la Jonquera e Irún soportan respectivamente 9.400 y 8.700 camiones/día (según el Pacte Nacional per a les Infraestructures de la Generalitat de Catalunya). Los Alpes, la Región de París o la Región Central de Inglaterra son ejemplos donde encontramos serios problemas de estrangulamiento en las redes de transportes terrestres europeas. El Libro Blanco del Transporte estimó que los costes derivados por las congestiones en el año 2010 llegarían a un 1% del producto interior bruto europeo, aproximadamente unos 100.000 millones de euros. Efectivamente, los costes económicos por las congestiones del tráfico son muy importantes y los podemos clasificar en dos grandes grupos. Por un lado tenemos los costes monetarios (consumo adicional de carburante, mayor siniestralidad en la red, refuerzo policial para su gestión y un incremento de los dispositivos de gestión del tráfico a medio plazo), claramente percibidos por los conductores porque los pagan ellos o la administración. Por el otro lado tenemos los costes no monetarios (pérdida de tiempo y mayor contaminación ambiental y acústica), para muchos usuarios esos costes o son "relativos" -según la importancia que le den a su tiempo- o simplemente invisibles, porque es la sociedad quien los paga.
¿Quién paga los costes de los atascos de tráfico?
Los costes de la congestión del tráfico no lo soportan exclusivamente los conductores de automóviles y sus acompañantes, también existen otros colectivos más amplios que sufren sus consecuencias. Por ejemplo los habitantes de las grandes aglomeraciones urbanas que padecen una calidad ambiental muy baja por contaminación atmosférica y acústica, con serias repercusiones en su salud. También están los usuarios del transporte público cautivos de estas congestiones sin alternativas para evitarlas y con menos responsabilidad en sus causas. Estas personas no sólo pierden su tiempo, sino que además pueden tener repercusiones económicas en sus tarifas de transporte, porque cuando los atascos son recurrentes produciéndose demoras en el servicio, para compensarlo se refuerza la flota de autobuses, incrementando los costes operativos que alguien tiene que pagar: o la administración que somos todos, o los usuarios del transporte.Para terminar permitidme que añada la anécdota que nos contó un profesor mientras viajaba con un responsable de tráfico de una gran ciudad y se quedaron atrapados en medio de un colosal atasco de tráfico. El directivo público ante tal situación se justificó diciendo:
-Benditos atascos son un claro síntoma de que la ciudad va bien económicamente.
Encontramos justificaciones para cualquier cosa, pero sobre todo para intentar tapar nuestra incompetencia...
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