Calle peatonal-comercial Seltersweg (Gießen - Alemania) |
Los retos que plantea el desarrollo urbanístico moderno en relación a la movilidad se encuentran principalmente en la segmentación de los usos del territorio o su zonificación, en la primacía de los automóviles frente a los transportes públicos y la movilidad activa, así como en la seguridad ciudadana. Se trata de un modelo urbanístico que se está demostrando totalmente insostenible social y medioambientalmente.
La ciudad se desparrama por el territorio hasta convertirse en una metrópolis en forma de ciudad dispersa, donde solo el automóvil puede garantizar la conexión a sus ciudadanos con el resto de la ciudad. Se trata de un modelo urbanístico y un modelo de movilidad desigual, insostenible e injusto. Este diseño urbano crea necesidad de automóvil y lo masifica, incrementando los problemas de movilidad.
Jane Jacobs nos propone un modelo de ciudad donde no impere la anomia social, ni el individualismo protegido en un caparazón metálico, sino que la base del modelo urbano sea el sentido de comunidad y de respeto mutuo, que solo puede germinar en los espacios públicos donde se aprende a mediar y a relacionarse con los demás. Estas habilidades sociales se producen de forma gratuita en las calles, especialmente en las sufridas aceras de cualquier ciudad.
En la obra reeditada por Capitán Swing Libros el año 2011: Muerte y vida de las grandes ciudades, su autora J. Jacobs nos hace un potente alegato de la importancia de las calles, y sobre todo, de las aceras y plazas como espacios públicos que cumplen una función fundamental en la ciudad: aglutinar su vida pública. Por las aceras sentimos el pulso, los latidos de la ciudad que discurren por sus calles y ágoras. Una ciudad, nos indica la autora, resulta atractiva si sus calles son interesantes para sus transeúntes. Pero de lo que fundamentalmente nos habla es de las diversas funciones básicas que se necesitan para fomentar la existencia de sólidos ecosistemas urbanos en nuestras calles. Y en ellas me centraré en este artículo.
La función de seguridad
"(...) -la paz en las calles y en las aceras- no tiene por qué garantizarse de manera esencial por la policía, por muy necesaria que ésta sea. Esa paz ha de garantizarla principalmente una densa y casi inconsciente red de controles y reflejos voluntarios y reforzada por la propia gente." (Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades )Para que una calle sea segura ha de tener un claro deslinde del espacio, entre lo que es privado y lo que es público, por el que circulan las personas. La activista urbana identifica a los propietarios naturales de las calles (comerciantes y residentes) que se encargan de vigilar la calle y estar atentos a todas las novedades. Las calles frecuentadas por múltiples personas tienen más ojos vigilantes, pues suelen ser calles más divertidas para mirar, y en consecuencia también más seguras. Una buena iluminación también mejora el sentimiento de seguridad entre sus transeúntes.
Schiffenberger Tal (Gießen-Alemania) Calle cuyo principal uso es el tráfico. Las aceras están vacías |
La función de contacto
El ecosistema urbano que se mueve por las calles y sus aceras permite el contacto entre personas que inicialmente no tienen la más mínima intención de mantener entre ellas una relación demasiado personal, pero si el suficiente para que les permita generar un sentimiento de comunidad. Esos ligeros contactos públicos a los que se refiere la autora son "la calderilla" cotidiana con la que traficamos los individuos en nuestras relaciones y que crea el auténtico valor de la vida pública y nuestra confianza. J. Jacobs nos indica que un ciudadano elige asumir su responsabilidad cívica para combatir la barbarie solo si tiene confianza."La confianza en una calle se hace con el tiempo a partir de muchos y muy ligeros contactos públicos en las aceras. (Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades )¿Se puede menospreciar el valor de estos contactos cotidianos no buscados y casuales con otras personas, que solo se producen cuando caminamos por una acera? Pues resulta que sí, algunos modelos urbanos lo han hecho.
La función educativa
Una vieja superstición del urbanismo tradicional es que las calles son una escuela de corrupción para la juventud y la solución que propone es crear parques donde segregar a niños y jóvenes del tráfico rodado, pero también de los inmuebles privados de los adultos por miedo a que éstos se degraden. Cuántos de nosotros hemos visto pintado en una pared el cartel "Prohibido jugar a la pelota". Jacobs desmonta ese mito resaltando que las bandas callejeras realizan principalmente sus peleas en los parques y áreas de recreo, lejos de miradas anónimas por donde circulan transeúntes, comerciantes y residentes. Les recuerda a los urbanistas que no es el lugar quien cría y educa a los jóvenes y niños sino las personas, y por tanto no hay que alejar a los menores de ellas. Las aceras repletas de personas se convierten en hábitats urbanos de especial importancia educativa, pues la responsabilidad formal pública solo se puede asimilar cuando los aprendices a adultos toman conciencia de formar parte de una comunidad. Aquí vuelve a aparecer esa "calderilla" gratuita a la que se refiere Jacobs que tanto valor crea en la vida pública y que abunda en las aceras de las ciudades."Son enseñanzas de urbanidad que la gente contratada para cuidar de los niños no puede enseñar, porque la esencia de esa responsabilidad pública es que lo haces sin que te paguen por ello." (Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades )Las aceras con la diversidad que corre por ellas puede corregir cierta desviación de una educación reglada demasiado homogeneizada, en ellas se presenta la sociedad tal y como es: diversa y contradictoria. La reconocida activista social nos indica qué pronto los niños reconocen el encanto de las aceras donde pueden expresar el sentimiento de una libertad y de una curiosidad que no pueden reprimir. Pero nosotros los hemos metido en un círculo vicioso donde el vehículo ha hecho las calles más peligrosas, razón por la cual los llevamos encerrados en nuestros coches para protegerlos, y sin darnos cuenta, incrementamos el número de coches en las calles, y por tanto el peligro. Resolver nuestro problema individual no soluciona nuestro problema colectivo.
La función de accesibilidad
Jacobs en su libro ya la incorpora cuando explica la función educativa, pero yo quiero darle la importancia que se merece separándola. La accesibilidad es otro valor indiscutible de las aceras. Quien no tiene disponibilidad de un vehículo privado o de transporte público siempre le queda el recurso de las aceras para desplazarse de forma segura por la ciudad. Con las aceras se puede ejercer el derecho fundamental de poder moverse. La ley de accesibilidad en España ha dado un gran impulso a la función social que cumplen las aceras, adaptándolas a las necesidades que tienen para las personas dependientes que necesitan desplazarse y relacionarse como el resto de los ciudadanos, el RDL 3/1998 del 24 de junio regula la accesibilidad y la supresión de barreras para los ciudadanos.El urbanismo ortodoxo, con sus normativas y determinaciones, se centra en la función de tránsito que tienen las calles. Tal vez por ello consideran un despilfarro que haya demasiadas calles. Pero para J. Jacobs los hábitats urbanos que hay en las calles con sus aceras, sus comercios, sus establecimientos públicos... generan unas funciones urbanas y sociales que no pueden ser despreciadas por los planificadores, pues son la base de una vida ciudadana dinámica y el mejor antídoto contra la decadencia en una comunidad urbana en sus diversas escalas.
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