Galera |
En el primer texto que transcribo se puede apreciar qué impresión pudo producir transitar por aquellos caminos del siglo XIX en la Península Ibérica a un viajero francés.
"De vez en cuando se encuentra un labriego, que marcha en su mula con la carabina al lado; a un muchacho, que arrea a dos o tres burros cargados con cántaros o sacos de pan; algunas pobres mujeres, escuálidas y requemadas por el sol, que llevan medio arrastras a un chiquillo de aire salvaje.
(...)
A medida que caminábamos, el paisaje se iba haciendo más desierto y pobre. Por eso, al divisar junto a un puente sobre un lecho seco a cinco escopeteros, experimentamos un sentimiento de satisfacción. Eran los jinetes que debían servirnos de escolta, pues ella es necesaria para ir de Madrid a Toledo. ¿No parece esto que se haya uno en plena Argelia, y que Madrid se encuentra rodeado de una Metidja poblada por beduinos?"
Viaje por España
de Teofilo Gautier
Ed Mediterráneo Madrid pág. 115
de Teofilo Gautier
Ed Mediterráneo Madrid pág. 115
Las galeras eran unos carromatos más grandes y lentos que las diligencias. Se utilizaban principalmente en las rutas secundarias, también se solían alquilar cuando se realizaba la mudanza. Una de las primeras descripciones de una galera la encontramos en la obra de la condesa d'Aulnoy; muy interesante por los detalles que aporta, pero me temo que también algo exagerada en algunas de sus apreciaciones.
"Sorprenderá la noticia cuando yo diga que acabo de ver llegar diez galeras a la villa, que dista 400 leguas del mar; pero son galeras terrestres, y me parece muy bien que las haya cuando hay caballos y perros marítimos. Las galeras tienen forma de carromato, y son cuatro veces más largas que uno de estos vehículos; tiene seis ruedas, tres a cada lado, las cuales no pueden ofrecer un movimiento mucho más agradable que el de las carretas de transporte. La caja es ovalada y parecida en mucho al casco de las galeras de mar; su cubierta es de tela en forma de toldo, y viajan en cada galera 40 personas, que allí duermen y guisan como en una casa ambulante, arrastrada por 20 caballos, y que sólo puede maniobrar en campo abierto, porque su longitud es indescriptible. Generalmente llegan estas galeras por los caminos de Galicia y de la Mancha, país del bravo Don Quijote; marchan diez o doce juntas para socorrerse los viajeros de unas a otras en casos de necesidad; cuando una galera vuelca produce un estruendo enorme, y lo mejor que puede acontecer a los que van dentro es que se rompan una pierna o un brazo; y, para levantar el vehículo se necesita por lo menos el esfuerzo de cien hombres. En las galeras se llevan toda clase de provisiones, porque los países que se atraviesan son tan ingratos que a veces en una extensión de centenares de leguas no se tropieza con otros vegetales que un poco de romero y de tomillo silvestres. No se ven posadas ni hospederias adonde acogerse, y por este motivo los viajeros se reducen para comer y descansar a las escasas comodidades que la galera puede proporcionarles."
Relación del viaje de España en 1679
Condesa d'Aulnoy
Condesa d'Aulnoy
Ed Juan Jimenez 1891 pág. 175-176
Según Pedro Antonio Alarcón en Un viaje por España (1892) una galera solía realizar un recorrido diario de aproximadamente 9 leguas (50 km). Los viajeros no solían ir sentados sino que estaban tendidos sobre las mercancías que se transportaban en los niveles inferiores. En una galera fácilmente podían viajar hasta 18 personas tumbadas encima de colchones o esteras. La tracción animal de estos transportes podía oscilar entre las 10 y 12 mulas y un toldo curvo protegía de las inclemencias meteorológicas a las personas y mercancías que desplazaban. Resultaba muy pintoresco observar una carreta de estas dimensiones colgando de ella multitud de utensilios (sacos, sartenes, calderos, leña, cántaros...), totalmente preparada para vivaquear cuando era menester en medio del campo. Normalmente las galeras partían de madrugada. Estas carretas eran el medio de transporte más utilizado por las clases humildes al ser muy lentas e incómodas. Quien podía las evitaba. Richard Ford nos dejó una detallada descripción de estos carromatos:
"Primeramente citaremos la galera, que hace honor a su nombre, y hasta los que no dan importancia ninguna a su tiempo ni a sus huesos, después de unas cuantas horas de aquel traqueteo y suplicio no tienen más remedio que exclamar: que diable allais je faire dans cette galère? Estas máquinas de tortura que van periódicamente de ciudad en ciudad y constituyen la principal comunicación y el único medio de transporte entre poblaciones de segundo orden; no son muy diferentes del carro clásico de rueda, en que, según podemos leer en Juvenal, viajaba Fabricio con toda su familia. En España estos primeros medios de locomoción se han estancado, a pesar del progreso y los adelantos de su época, y nos hacen volver la vista a nuestro Jacobo I y a los relatos de Tynes Moryson sobre «los carros cubiertos que sirven para llevar a la gente de pueblo en pueblo, pero este modo de viajar resulta muy molesto, pues hay que tomar el carro temprano y se llega tarde a las posadas. Nadie más que las mujeres y la gente de inferior condición viaja de esta suerte». Esto es lo que ocurre hoy en España.
La galera es un carro grande sin muelles; los lados van forrados de estera, y debajo lleva una red abierta como en los calesines de Nápoles, en la cual duerme y gruñe un terrible perro, que hace guardia de cerbero sobre los pucheros de hierro, cedazos y otros utensilios propios del gitano, y con el que nunca pueden hacerse migas. Hay galeras de todos tamaños, pero cuando es más grande de lo común se llama tartana, una especie de carro cubierto con toldo, que es muy común en Valencia y que, sin duda, se denomina así por una embarcación pequeña del Mediterráneo que lleva el mismo nombre. La carga y partida de la galera cuando la alquila una familia que va de traslado, son únicas de España. El equipaje pesado se coloca el primero, y encima de todo, las camas y los colchones, sobre los cuales la familia entera descansa en admirable confusión. La galera es muy usada por los «pobres estudiantes» españoles, únicos en su clase, llenos de andrajos y de desvergüenza; sus aventuras tienen forma de ser muchas y pintorescas y recuerdan algunos de los «incidentes de carruaje» de las novelas de Roderick Random y de Smollet."
Cosas de España.
El país de lo imprevisto
por Richard Ford. pág. 74
El país de lo imprevisto
por Richard Ford. pág. 74
Teófilo Gautier también describió esos medios de transporte tan peculiares. Gautier se fijó en los bajos de las galeras que lo formaban un enrejado de estera donde iban los equipajes. También resaltó la incomodidad para los pasajeros que debían utilizar tales vehículos. Es una lástima que no haya podido encontrar más descripciones de estos carros que tan utilizados fueron por nuestros antepasados.
"No conocíamos más que la galera de varas; nos faltaba conocer la galera de cuatro ruedas. Precisamente uno de estos hermosos vehículos iba a salir para Córdoba, casi lleno por una familia española. Nosotros fuimos a superar la carga. Este coche es un carrato bastante bajo, sin más fondo que un enrejado de estera, en el que van los equipajes sin que nadie se preocupe mucho de sus ángulos y esquinas entrantes y salientes. Encima de todo ello echan dos o tres colchones, o mejor dicho, dos sacos de tela donde existen algunos vellones de lana mal cardada, y sobre estos colchones se extienden atravesados los viajeros, en posturas bastante parecidas - y perdonad lo vulgar del ejemplo- a las de las reses que conducen al matadero. Es verdad que no llevan atados los pies; pero no por eso su situación es mejor. Todo el artefacto va cubierto por un toldo grueso tendido sobre arcos de madera, guiado por un mayoral y tirado por cuatro mulas."
Viaje por España
de Teófilo Gautier
Ed Mediterráneo Madrid pág. 233
de Teófilo Gautier
Ed Mediterráneo Madrid pág. 233
Por cierto, como no he encotrado ninguna fotografía que describiera cómo era una galera he dibujado una que se aproximara a lo que fue, o mejor dicho, a lo que me imagino que fue.
Para más información se puede consultar:
José I. Uriol: (1983) Apuntes para una Historia del transporte en España. Los transportes de viajeros por carretera en la primera mitad del siglo XIX. Revista de Obras Públicas, Octubre 1983 págs. 765-778
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